La educación: semilla de esperanza
Gustavo Ibarra
Licenciado en filosofía y teología.
Coordinador Escuela Católica Sistema Creo.
Chile
«Es hora de mirar hacia adelante con valentía y esperanza. Que nos sostenga la convicción de que en la educación se encuentra la semilla de la esperanza: una esperanza de paz y de justicia. Una esperanza de belleza, de bondad; una esperanza de armonía social» Papa Francisco.
En nuestra misión educativa estamos invitados a prestar atención especial a los temas antropológicos que están en el centro del debate cultural: las interrogantes sobre el modelo de educación frente a las desigualdades sociales, el diálogo entre culturas y tradiciones frente a los riesgos de una globalización, las cuestiones éticas que acompañan al desarrollo de la tecnología, los cambios en el aprendizaje ante el acceso cada vez más amplio a la información, la necesidad de un compromiso con la protección de la Casa Común, los temas relacionadas con la identidad personal, la familia y la educación.
Estos elementos divergentes, como muchas otras que caracterizan a nuestra época, no pueden encontrar una interpretación y una re-solución si no es a través de un compromiso cultural serio, riguroso y dialogante. Es por ello por lo que la Escuela Católica no puede dejar de participar en este proceso y ser un aporte desde los principios que la identifican.
Cada vez más somos conscientes de que un camino de vida necesita una esperanza basada en la solidaridad, y que todo cambio requiere un «hacer educativo», para construir nuevos paradigmas capaces de responder a los desafíos y emergencias del mundo contemporáneo, para comprender y encontrar soluciones a las necesidades de cada generación y para hacer que la humanidad florezca y de fruto.
Se fomenta la educación hacia la esperanza al promover la confianza y desarrollar una perspectiva positiva hacia la vida. Cultivar un optimismo saludable resulta beneficioso, siempre y cuando no se confunda con la ingenuidad o se ignoren los desafíos. Más bien, se trata de adoptar una actitud positiva que permita abordar las situaciones desde la óptica más favorable, sin permitir que los aspectos negativos abrumen exclusivamente.
Para construir confianza, es fundamental saber motivar a las personas, ayudándolas a descubrir estímulos que las impulsen a la acción, el crecimiento y la formulación de nuevas metas. Al albergar la esperanza dentro de nosotros, cada uno tiene el potencial de convertirse en un estímulo y fuente de esperanza para los demás. En este sentido, la educación para la esperanza no solo se trata de fortalecer nuestro propio sentido de optimismo, sino también de convertirnos en agentes inspiradores que contribuyen al bienestar y la esperanza de quienes nos rodean.
El deseo de esperanza florece en la juventud cuando siente que no está solo, cuando percibe que cuenta con alguien cuyo interés genuino se centra en su vida y que está dispuesto a acompañarlo en la búsqueda de una felicidad más plena. En esos momentos, la presencia de alguien dispuesto a compartir el camino y brindar apoyo crea un ambiente propicio para el crecimiento personal y el desarrollo emocional del joven. La conexión con alguien que valora sinceramente su vida no solo proporciona consuelo, sino que también actúa como un faro que ilumina el camino hacia un futuro más prometedor y lleno de posibilidades.
Adoptar actitudes de acogida, escucha y acompañamiento son elementos esenciales para cultivar la esperanza en la vida de los jóvenes. Aquel individuo que se dedica a acoger, escuchar y acompañar se transforma en un «signo de esperanza». No solo transmite esperanza a través de las palabras, sino principalmente con su presencia, su manera de ser y vivir, así como con su enfoque hacia la vida y su trato hacia las personas.