Pacto Educativo Global en las escuelas: ser protagonistas de la historia
‘’En un momento de extrema fragmentación, oposición, es necesario unir esfuerzos. Crear una alianza educativa para formar personas maduras, capaces de vivir en la sociedad y para la sociedad.‘’ – Papa Francisco
Ronny Sánchez Medina
Consultor pedagógico de Santillana | Perú
Desde 2020, el Santo Padre Francisco hace un llamado a quien quiera sumarse y unir esfuerzos para realizar una transformación cultural que sea integral, profunda y de largo plazo a través de la educación. Esto lo hace a través de la iniciativa del Pacto Educativo Global.
Este es un llamado a transformar y construir un mundo más justo y humano, bajo ejes temático como la fraternidad y la cooperación, la dignidad y los derechos humanos, la tecnología y la ecología integral, la educación y la promoción de la paz, la cultura y las religiones. Al mismo tiempo, es una invitación a “reavivar el compromiso con las jóvenes generaciones y la pasión por la educación más abierta e incluyente…” (discurso del Santo Padre en el lanzamiento del Pacto Educativo Global).
Nuestras escuelas católicas tienen hoy el gran desafío de poner en marcha el Pacto Educativo Global y que se involucre a cada miembro de la comunidad educativa.
La escuela católica tiene esta invitación a la transformación en estos tiempos difíciles y de poner luz que alumbre a todos. Como dice el Santo Padre, crear “aldeas”, comunidades fraternas, en donde se generen buenas relaciones que ayuden a crecer, madurar y ayudar a ser autónomos a nuestros estudiantes. Comunidades que sean lugares de acogida de libertad, de confianza, de creatividad y de superación; lugares de mejora del entorno, de aprendizaje y valoración del otro. Lugares donde se desarrollen los talentos de cada ser humano de modo que se “componga un nuevo humanismo”.
En estos últimos años se ha hablado mucho de liderazgo, pero hemos dejado de lado el ejemplo del Señor Jesús: servir. “He venido a servir y no a ser servido”. Formar personas valientes en servir, que se pongan al servicio del prójimo con generosidad y convicción. Como dice el Santo Padre, “inclinarse” para servir al otro sin cálculos ni temores, sino con ternura y comprensión. Estamos llamados a revisar y reformular si es necesario la finalidad y las formas de como llevamos adelante nuestra misión educativa y buscar dinámicas que den sentido a la historia y que la transformen. Así mismo, para este liderazgo es importante el respeto a la diversidad porque es la condición previa al pacto educativo. Esta es la perspectiva del liderazgo que tenemos que revalorar hoy a la luz del Pacto Educativo Global.
Otro elemento importante para tener en cuenta es poner atención a los tiempos educativos y tiempos tecnológicos, que nos hacen más cercanos, pero no más hermanos (Benedicto XVI CV. 19). La tecnología está desarrollada y tiene un fuerte impacto en el campo pedagógico, algo que nos plantea a los educadores un gran desafío en nuestra tarea. La tecnología se presenta como una herramienta potente, pero que muchas veces no es acorde al desarrollo de la persona, ya que los tiempos del Internet no son acordes al desarrollo evolutivo. Como educadores, tenemos la misión de orientar el uso y la utilidad de la tecnología y lograr que influya en el desarrollo personal y educativo y lo más importante: ayudar en el discernimiento de los estudiantes. Por otro lado, debemos tener especial cuidado de la desintegración psicológica que se origina si no cuidamos el uso de la tecnología.
Quiero finalizar estas ideas uniéndome a las del Santo Padre Francisco con esperanza y deseo de ser agente de transformación. El mundo puede cambiar con el entusiasmo de los jóvenes y sus grandes ideales; con la formación que responsablemente hemos dado en las aulas de una escuela católica y con el deseo de “no doblegarse a la cultura del descarte ni ceder ante la globalización de la indiferencia”.
Como educadores, nos toca acoger esta propuesta del Pacto Educativo Global, hacerla nuestra y estimular la fascinación por el sano riesgo de despertar la inquietud por la realidad. Debemos acompañar en el desarrollo y el camino a la madurez de los estudiantes y enseñarles a salir de sí mismos para ir al encuentro del prójimo, impulsándolos a ser protagonistas de su propia existencia e historia y al mismo tiempo experimentar, como lo hicieron los jóvenes de la sagrada escritura, la presencia de Dios en sus vidas.