La coherencia de la Escuela Católica desde el Pacto Educativo Global

La coherencia de la Escuela Católica desde el Pacto Educativo Global

Martín Asencios

Licenciado en Educación en la especialidad de Filosofía y Teología
| Perú 

 

Los tiempos en los que la escuela adquiere un rol protagónico en la sociedad siendo agente de cambio han llegado, más por necesidad que por reivindicación a su rol determinante. Más allá del enfoque dogmático, los retos hoy de la escuela católica son muchos y complejos, pues exigen e invitan a volver a las fuentes y reconocer su identidad. 

Es así como el Santo Padre invita, en el mensaje del lanzamiento del Pacto Educativo Global, a reavivar el compromiso renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de una escucha paciente, de un diálogo constructivo y de una mutua comprensión, una escuela que propicie una cultura de encuentro, un auténtico y trascendente cuidado de la casa común, una valoración del saber humano y la ciencia que nos permita humanizar la tecnología, y una caridad y compromiso social. Todo esto cimentado en un real encuentro con Jesucristo en los sacramentos y en la Palabra de Dios.

Es imposible hablar de una escuela católica sin hablar del componente del servicio, donde el encuentro de sus miembros se dé con auténtica transparencia y cercanía. Una escuela que desde la gracia construya un clima agradable, de respeto y de inclusión, donde se perciban aquellas características de la primera comunidad cristiana que permiten un crecimiento sano y equilibrado de la organización. Este servicio se plasma desde la actitud de los directivos o autoridades de estar con disponibilidad, a poder atender y “lavar los pies” de todos los miembros de la comunidad. Una escuela de servicio es coherente con el evangelio, donde los “mayores” son los últimos y sirven a los demás. 

Una muestra de coherencia de esta escuela de servicio es la transparencia en sus procesos. Es difícil transmitir la luz del evangelio si en nuestras escuelas no existe la meritocracia y se evidencian preferencias subjetivas, logros basados en recomendaciones, amiguismos, etc. Entendamos que el único que simplifica los procesos es Dios y que las influencias humanas que generan injusticias son corrupción.

Es preciso mostrar un indicador que evidencia la coherencia de nuestra escuela y que es expresión del carácter profético de la Iglesia. No es posible hablar de una escuela coherente si es que no da respuesta a las necesidades y problemáticas de su contexto y que no oye el clamor del mundo que requiere ser transformado. 

Hablamos del componente profético de la escuela católica. Una escuela profética suele ir contra corriente, suele ser signo de contradicción y suele ser testimonio de credibilidad en un mundo escéptico y desencantado con todo. Este profetismo es un requisito insustituible para toda escuela católica, que debe tener como objetivo primordial evangelizar en nombre de Jesucristo y no verse simplemente como “empresa educativa” que, si bien es cierto, puede tener altos objetivos; sin embargo, no siempre cuenta con las trascendentes aspiraciones de profesar el verdadero significado de la escuela católica.    

Finalmente, es importante señalar que la escuela católica es una escuela abierta y de diálogo permanente, que requiere y debe entrar en contacto con todos los actores sociales, sumando fuerzas y buscando, caminando junto a ellos para lograr beneficios para todos. Una escuela cercana, atenta, sencilla, que escucha, que dialoga y que acompaña en el camino a todas las fuerzas sociales de su entorno, es una escuela coherente, con sus propósitos fundacionales, con su naturaleza, con su finalidad, que son los mismos de la Iglesia, una Iglesia que siempre llama, que invita y acoge permanentemente a todos con el mismo abrazo del Padre y con la misma pasión y entrega incondicional de Jesucristo.

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